El 11 de Septiembre es una fecha simbólica, no solo para Catalunya sino también a nivel global. Por desgracia se conmemoran trágicos sucesos como el golpe de estado en Chile del año 1973, así como los terribles atentados contra las Torres Gemelas de 2001 que supusieron un vuelco tremendo de la historia en la entrada al siglo XXI. Precisamente en Estados Unidos Biden y Trump hacían gala en esa fecha de sus talantes políticos tan dispares entre uno y otro, escenificando dos partes de un mismo país casi irreconciliables.
En Catalunya, la Diada, ha cogido gran repercusión especialmente a partir de la sentencia del Tribunal Constitucional de julio de 2010 que cercenó parte sustancial del Estatut (aprobado por mayoría en el Parlament). Aquello lanzó a un millón de personas a la calle e inició un proceso independentista que cogió pista y mucho ritmo hasta 2017, con la declaracion unilateral de independencia, la aplicación del 155 y el encarcelamiento de muchos de los políticos que lideraban el Procés. Desde entonces la Diada sigue siendo una fecha importante (lo ha sido siempre, especialmente desde la restauración de la democracia) y muchas de sus ediciones han contado con un seguimiento masivo y una organización a su vez creativa, cívica y bien resuelta.
Este año, no obstante, es probablemente uno de los más extraños desde hace mucho tiempo. La pandemia de la covid-19, el ingente número de personas fallecidas, los rebrotes, el miedo a un nuevo confinamiento, su alcance mundial, las dudas sobre el desarrollo de vacunas efectivas en el corto plazo, la necesidad económica de una vuelta más o menos controlada a la actividad, el retorno al colegio de niños y estudiantes -también universitarios-, recomendaban una celebración contenida, que limitara mucho el contacto físico y que respetara todas las medidas de prevención como la mascarilla, distancia social y lavado de manos.
Asú fue más o menos cómo se desarrolló, con actos simbólicos en 131 puntos de la geografía de Catalunya y acciones centrales de las principales entidades en el Arco de Triunfo de Barcelona y ante la sede de la Seguridad Social en la capital catalana. En el primero, más de 2.800 sillas vacías recordaban a las personas represaliadas por el Procés desde 2017. Mientras, por la tarde, en la Plaza Letamendi, la presidenta de la ANC reclamaba unidad de acción a los distintos partidos y animaba a sus correspondientes líderes a leerse sus libros respectivos, en un intercambio de las obras entre Puigdemont y Junqueras. En general, se calcula que cerca de 60.000 personas participaron de alguno de los actos organizados durante la jornada.